Cruceros: desde New Orleans a Rio de Janeiro, una experiencia inolvidable.

Cruceros: desde New Orleans a Rio de Janeiro, una experiencia inolvidable.

Hay cruceros de todo tipo, incluso uno exclusivo para disfrutar del mar, la música, la literatura y rey Momo a través de destinos imperdibles.

El Crystal Simphony en Curacao.

Nos preguntamos por qué determinados cruceros incluyen ciertos puertos y omiten otros que -a primera vista- parecen igualmente interesantes y atractivos.

En enero de este año nos embarcamos en un crucero de Crystal Cruises, la línea de cruceros de súper lujo más premiada del mundo, y de pronto se (nos) hizo la luz. Debe haber alguien en alguna remota oficina (en este caso en Los Ángeles) quien además de un gran atlas, debe poseer un amplio bagaje cultural. Seguramente elige los itinerarios de acuerdo con una idea muy clara, hilvanando escala tras escala con un “hilo conductor” que algunos viajeros van descubriendo como si fueran detectives salidos de la pluma de Arthur Conan Doyle (Sherlock Holmes) o Agatha Christie (Monsieur Poirot o Miss Marple).

Puente carretero en New Orleans

New Orleans

Aterrizamos en el aeropuerto Louis Armstrong dedicado al inolvidable “Satchmo” en New Orleans, capital del jazz “Dixieland”.

Dos días después abordamos el Crystal Symphony para desembarcar 19 noches más tarde en la indiscutida cuna del Samba y la Bossa Nova, Rio de Janeiro, la “cidade maravilhosa.” Eso no debía ser casual, como tampoco que en ambas se celebre el Carnaval en forma espectacular, con el “Mardi Gras” de orígenes franceses y el “Carnaval Carioca” del Sambódromo, acaso el más famoso del mundo.

Tampoco es coincidencia que las dos ciudades compartan un pasado colonial y fuerte influencia africana en su espíritu, color, ritmo y música. Pero el hilo conductor de nuestro crucero fue mucho más sutil y variado, y pasa no sólo por la música sino por la gran literatura. New Orleans es una ciudad fascinante, en cuyo “Vieux Carré”, antiguo barrio francés, vale la pena perderse.

“Vieux Carré”

Río y mar literarios

New Orleans es un puerto fluvial sobre el Mississippi- río tan ancho, largo y caudaloso que requiere cuatro “eses” y dos “pes” en su nombre. Navegábamos hacia la desembocadura en el Golfo de México cuando caímos en la cuenta de que nos habían precedido los adolescentes héroes de Mark Twain, Tom Sawyer y Huck Finn.

Del Golfo de México pasamos al Caribe, testigo de las correrías del intrépido Corsario Negro de Emilio Salgari. Gran río e histórico mar, en su momento refugio de corsarios, bucaneros y piratas, nos recordaron las lecturas de nuestra adolescencia.

 

Grand Cayman, Curaçao y Grenada

En el Caribe hicimos tres escalas memorables. Nos detuvimos en Grand Cayman, “territorio británico de ultramar” (tildarlo de colonia no sería “políticamente correcto”) que une playas y paisajes paradisíacos con otro tipo de paraíso, en este caso el fiscal…

“Grand Cayman”

Pusimos proa a Willemstad, capital de Curaçao, adecuadamente definida “Pequeña Ámsterdam Caribeña” donde las casas, excepto por sus tonalidades tropicales, parecen traídas -ladrillo por ladrillo- desde Holanda. Idiomáticamente, comparada con Grand Cayman donde reina el inglés, Curaçao es la Babel caribeña.

Mercado flotante en Willemstad

Conviven allí el holandés (Curaçao es independiente pero integra el Reino de Holanda), con algo de español, de portugués, de inglés pero todos ellos en impar lucha contra el papiamento, idioma autóctono y criollo sin ortografía ni gramática sistematizadas. Con el holandés ni intentamos: ¡demasiado gutural para nosotros! Nos arreglamos con el castellano, portugués y algo de inglés. Y con el papiamento nos deleitamos sin entender nada pero disfrutando de su musicalidad.

Casas holandesas en Punda

Nos impresionó que, en esa isla, ser compatriotas de Maradona o Messi “pesa” mucho menos que serlo de la Reina Máxima… Willemstad nos recordó otra ciudad, la capital de Hungría, formada por dos mitades: Buda y Pest. Willemstad no está atravesada por un río sino por un canal y la integran dos partes: Otrobanda y -más refinada y señorial- Punda.

Navegamos hacia Grenada, montañosa y perfumada por la cantidad de especias que allí se cultivan. Es la capital indiscutida de la nuez moscada, de la cual produce un asombroso 75% del total mundial…

 

Presidio infernal con 47º C a la sombra

Terminó el Caribe para nosotros e hicimos escala en la Isla Royale, contigua a la del Diablo, frente a las costas de la Guyana Francesa. Desembarcamos para recorrer las ruinas del presidio que mandó construir el Emperador Napoleón III, donde languidecieron 80.000 presos hasta 1946 cuando fue clausurado.

Inesperado, reaparece el hilo conductor literario. Allí estuvieron presos injustamente por delitos no cometidos el Capitán Alfred Dreyfus (por traición) y Henri Charrière (por homicidio). Charrière se fugó del penal y relató su hazaña en su libro “Papillon”. La injusta condena a Dreyfus fue objeto de una carta abierta al entonces presidente francés, que el gran autor Émile Zola publicó en la primera plana del diario parisino L’Aurore bajo el flamígero título de “J’accuse” (Yo acuso).

 

La selva en la Guyana

 

Las costas de Brasil

Tras una escala en Recife, en el estado brasileño de Pernambuco, donde aprovechamos para visitar la cercana y bellísima ciudad colonial de Olinda, pusimos proa hacia Salvador da Bahia, donde volvió a notarse el hilo literario.

El centro de Recife

En su espléndido, colorido barrio “alto” y colonial del Pelourinho, casi nos topamos con uno de los dos maridos de Dona Flor, creación de la fértil pluma de Jorge Amado…

Pelourinho

 

De la “Cidade Maravilhosa” a la “Reina del Plata”

El crucero estaba por concluir cuando ingresamos a la espectacular Bahía de Guanabara donde se refleja el Cristo Redentor, enmarcada por el Pan de Azúcar, el Corcovado y la edificación que bordea la Avenida Atlántica frente a la famosa playa de Copacabana. Al descender por la escalerilla del barco nos cruzamos una vez más con la literatura y la música. Nos recibió la poesía de Vinicius de Moraes, co-autor de la inolvidable canción de la Bossa Nova “Garota de Ipanema”, una chica de otra de las maravillosas “praias” cariocas.

La Bahía de Guanabara

El último tramo del viaje lo hicimos en avión. Apropiadamente, hoy el aeropuerto carioca lleva el nombre del coautor de esa canción que ha dado tantas vueltas al mundo, Antonio Carlos Jobim.

Estábamos todavía tarareándola por lo bajo cuando el piloto anunció que acabábamos de aterrizar en Buenos Aires. Habría sido un broche de oro para este crucero musical-literario tocar tierra en el aeropuerto Jorge Luis Borges, Carlos Gardel o Astor Piazzolla, pero nos arrancó de nuestro ensueño el haber llegado al Ministro Pistarini, ni cantante, ni músico ni autor de fama mundial…

 

Fotos: Carmen Silveira. Foto principal: Stephen Walker on Unsplash

 

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