Queenstown, la capital de la aventura.

Queenstown, la capital de la aventura.

Increíblemente, no son los paisajes de montaña y lagos los que distinguen a Queenstown, sino la gran cantidad de cosas para hacer que ofrece esta maravillosa ciudad.

 

Poco sabía yo de Nueva Zelanda cuando me aventuré a descubrir ese país. La verdad que el vuelo de Air New Zealand facilita mucho la llegada a ese destino, ya que en tan sólo 12 horas (desde Buenos Aires) uno puede empezar a disfrutar de la tranquilidad, naturaleza y ese aire de primer mundo que se respira en ese país. No tengo cosas negativas para decirles a excepción del jet lag. Sí, a preparase para despertar a horarios inverosímiles y estar desayunando a las 6 am de la hora local. Son unos días, después el cuerpo se acostumbra al nuevo ritmo. Igualmente, eso no impide disfrutar del viaje.

En otra oportunidad contaré mi paso por Auckland, prefiero abocarme a mi visita a Queenstown que, si bien fue corta, fue realmente intensa y la disfruté muchísimo. Queenstown está ubicada en la isla sur del país y es, ni más ni menos, que una Bariloche neocelandesa. De hecho, ambas ciudades se encuentran a la misma latitud, por lo que los paisajes son idénticos: montañas, lagos de un azul profundo, ríos de aguas transparentes y climas similares.

Eso sí Queenstown es una ciudad más pequeña, tanto que el centro tendrá unas diez o doce manzanas, y la movida comercial se concentra prácticamente en dos calles y en la costanera del lago Wakatipu. En esas calles se encuentra la mayoría de los restaurantes, los cuales ofrecen buena calidad y variedad. La parada obligada es en Fergburger, famosa hamburguesería de la ciudad en la que siempre hay cola y que nadie debe dejar de probar (la recomendación: llevarse el combo y comerlo en las escalinatas junto al lago). Ah, el paso por Patagonia, la heladería y chocolatería fundada y atendida por un argentino, también es imperdible.

Pero lo más importante de esta ciudad no pasa por la gastronomía, sino por las actividades que propone la ciudad. Reconocida como la capital de la aventura, Queenstown se vanagloria de tener 220 atracciones y actividades. Muchas de ellas se realizan en trono al algo Wakatipu. Allí se puede encontrar desde el clásico paseo en catamarán, hasta la lujosa navegación en el T. S. S. Earnslaw, un barco a vapor de 1912 que, luego de ser trasladado al Amazonas, fue protagonista de la cuarta película de la saga Indiana Jones. También allí se ofrecen los paseos en jet boat, el hydro jet, los kayaks y para todo el que quiera, hay una playa para tirarse al sol y disfrutar del agua (fría, por supuesto).

Otro clásico en cuanto a actividades son el trekking y el mountain bike. Para ello, el lugar cuenta con el Queenstown Gardens, un parque recreativo que concentra pista de skate, un club de bowling (bochas), una cancha de hockey sobre hielo y por supuesto, senderos para caminar y andar en bicicleta. Pero la emoción y adrenalina, están en el Skyline Queenstown, al que se accede a través de un teleférico. Allí hay circuitos de mountain bike de distinto grado de dificultad y el “Luge”, un recorrido en descenso de 800 metros que se realiza en una especie de karting, ideal para disfrutar en familia o con amigos.

Pero sin dudas la actividad más convocante es el bungy jumping. Ya apenas uno arriba al aeropuerto se encuentra un cartel que anuncia “Crazzy if you do, crazzy if you don´t”. Desde mi experiencia particular, hay que hacerlo. Vencer el miedo y llegar hasta el puente del río Kawarau, donde los inventores de esta actividad han montado todo un complejo para que cualquiera de 7 a 94 años de edad, solo o en grupos de hasta 8 personas, se lancen al vacío y experimenten algo verdaderamente único. El salto es de 43 metros, quien desee emociones más fuertes puede lanzarse en el Queenstown’s Nevis Highwire (134 metros, solo para valientes).

Ah, me olvidaba: Queenstown tiene uno de los mejores atardeceres que vi en mi vida. A orillas del lago, un personaje ya reconocido de la zona “The piano man” acompaña con sus acordes la caída del sol entre las montañas, brindando un espectáculo verdaderamente mágico e inolvidable.

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